La crisis sanitaria y sus consecuencias, protagonistas en el VII Foro Ai de Economistas

Por séptimo año consecutivo, Andalucía Inmobiliaria ha celebrado su tradicional Almuerzo-Coloquio de análisis del escenario económico actual. En esta ocasión, el encuentro ha tenido lugar en el Restaurante El Viejo Tito, en el sevillano barrio de Los Remedios, donde los prestigiosos economistas Fernando Faces, Francisco Ferraro y José María O’Kean han protagonizado un intenso debate cuyas ideas se trasladan en la amplia crónica que se puede leer en estas páginas. El consejero delegado de la publicación, Eduardo Martín, y el también economista y miembro del Consejo Asesor de la misma Jorge Segura, han moderado un debate en el que han estado asimismo presentes Rosa Hafner, directora-editora de Ai, y la coordinadora de Redacción, Sonia Mora.

La pandemia de coronavirus ha provocado una crisis sanitaria sin precedentes en los últimos cien años en España y en el mundo, cuyas consecuencias se han dejado sentir en la totalidad de los sectores económicos, con especial gravedad en actividades como el turismo o la hostelería.
La sociedad en su conjunto ha entrado en un escenario desconocido por la propagación de un virus que de forma inesperada y generalizada ha irrumpido en la vida de los ciudadanos. Los confinamientos impuestos por los gobiernos a escala mundial, a comienzos de año en China y a partir de marzo en el resto del mundo, frenaron en seco la vida de las personas, que tuvieron que acostumbrarse durante meses a trabajar y estudiar desde casa, en el mejor de los casos. Mientras el virus se cebaba con las personas más débiles, con cifras que rondaban el millar de muertos diarios en países como España, Italia o Reino Unido en los momentos más duros de la pandemia, con el paso de las semanas los gobiernos fueron diseñando planes de desescalada que, tras una hibernación generalizada de la economía, fueron levantando restricciones e incorporando paulatinamente actividades a la ‘nueva normalidad’.
Hoy, en plena segunda ola de la enfermedad, la incertidumbre se cierne sobre una recuperación económica que se antoja lejana y que dependerá de la evolución del virus. Entretanto, los países tratan de asegurar la efectividad de las nuevas medidas aplicadas para contener otra vez la expansión del Covid-19, al tiempo que luchan a contrarreloj para frenar la caída de sus economías, poner en marcha medidas de estímulo y diseñar estrategias para iniciar y/o acelerar la recuperación.

Una crisis nueva en un mundo global

La crisis económica derivada de la pandemia arroja cifras demoledoras. La caída del Producto Interior Bruto en el G20 (que reúne a las principales economías desarrolladas y emergentes a nivel mundial) en el segundo trimestre del año alcanzó el 6,9%, si bien distintos organismos internacionales perciben señales de que el año podría finalizar algo mejor de lo que se temía hace unos meses y pronostican recesiones menores de lo esperado en muchos países, con China en el extremo más optimista, ofreciendo ya cifras positivas.
“China quiere ocupar el principal papel en el mundo y está aprovechando la coyuntura actual para liderar la salida de la crisis. Las previsiones del gigante asiático para el año que viene son de un crecimiento del 8%, cuando el resto de los países estarán, con suerte, en un 3 o un 4%. Va a ser el primero en recuperarse, por delante de Estados Unidos, al que le está echando un pulso tecnológico”, apunta Fernando Faces, quien alude a la globalización y a los mecanismos proteccionistas que impulsa como uno de los factores determinantes de esta crisis. “La globalización del comercio, a largo plazo, no la para nadie. A medio plazo sí que está experimentando una caída importante, que la Organización Mundial del Comercio estima entre el 18 y el 30%. Estaremos unos años con restricciones temporales a los movimientos, tanto de mercancías como de personas, pero será algo temporal”.
Asegura que el proteccionismo surge como respuesta a una necesidad de seguridad. “Hoy en día, tener autosuficiencia en bienes esenciales es una cuestión que los políticos de todos los países han interiorizado, lo que sin duda deriva en proteccionismo”.
Para Francisco Ferraro, el comercio en un espacio globalizado no se detiene porque “la demanda mundial no está dispuesta a renunciar a determinados bienes, al tiempo que es imposible frenar la apertura de los servicios al mundo global. No obstante, las restricciones comerciales van a tener una trascendencia importante”. Además de los antes apuntados, otro factor que en su opinión motiva el proteccionismo es la facilidad con la que hoy “se pueden producir muchas más cosas en cualquier sitio, incluido tu propio país, al mismo precio”.
“En el fondo -continúa-, creo que buena parte del proteccionismo comercial es una maniobra de distracción. El verdadero problema geopolítico actual está en la guerra tecnológica, no en frenar las importaciones de un determinado producto. El auténtico riesgo es que China domine el espectro tecnológico de las telecomunicaciones en el mundo entero”.
También resalta José María O’Kean el proteccionismo que a nivel mundial están desplegando los países, “respondiéndose unos a otros con aranceles que están motivando que los consumidores busquen sustitutos internos para unos productos que, comprados fuera, se están encareciendo enormemente al pasar por aduanas. El proteccionismo siempre aparece en tiempos de crisis y esta vez no va a ser diferente”.
Reconociendo el liderazgo de China en la salida de la crisis, percibe asimismo indicios de recuperación en la economía estadounidense: “Estados Unidos ha conseguido reducir del 5% al 2% el déficit de la balanza por cuenta corriente. Es un buen síntoma”.

La situación en España

Como en el resto del mundo, la pandemia ha asestado un duro golpe a la economía española. En el segundo trimestre del año, tras un desplome del PIB del 18,5% entre abril y junio -la mayor caída trimestral desde 1970, cuando arranca la serie histórica del INE-, la economía española entraba en recesión técnica, después del dato confirmado de una caída del 5,2% en el primer trimestre de 2020, que incluía las dos semanas de cuarentena del estado de alarma.
Después de seis años en un entorno de expansión económica, las empresas se han visto obligadas de forma abrupta a revisar sus estrategias y sus modelos de negocio para tratar de salvarse en un entorno de pesimismo y de extrema incertidumbre.
“El consenso actual es que España caerá este año un 12 o 13%, un consenso a mi juicio prudente, pues la caída probablemente sea mayor. La última estimación del Fondo Monetario Internacional la cifraba en el 12,8%, pero en el Observatorio Económico de Andalucía (OEA) pronosticamos un 15% para la región”, apunta Francisco Ferraro.
Expone cómo en un escenario cambiante como el actual, las estadísticas son poco fiables. “Es difícil prever el impacto en el PIB de los cambios radicales en la actividad económica. Además, en términos de contabilidad nacional es difícil valorar el efecto de determinados elementos. Para el cálculo del PIB, la variable macroeconómica más importante, que mide el valor de lo que produce un país en un año. Así, por ejemplo, para medir el valor añadido del trabajo que realizan las personas del sector público se computan sus ingresos, y si con la crisis algunos empleados públicos trabajan menos, se siguen computando los mismos. Es sólo un ejemplo de la escasa precisión que podemos tener hoy por hoy en la contabilidad nacional”.
“En cualquier caso -continúa-, la contracción va a ser muy importante y las consecuencias definitivas de lo que pueda ocurrir de aquí a final de año van a depender, naturalmente, de la evolución de la pandemia. Vinculado a ella habrá mayor o menor confinamiento, mayor o menor restricción de las actividades productivas, más o menos miedo de los consumidores a realizar gastos, más o menos miedo de los empresarios a invertir, etc. En definitiva, todo va a depender del curso de la situación sanitaria”.
En términos de empleo, si bien estadísticamente, según la Encuesta de Población Activa, el paro ha aumentado poco en estos meses, alerta el profesor de que las actuales cifras no contabilizan a los trabajadores que están en ERTE, pues siguen afiliados a la Seguridad Social, ni a los autónomos que están subsidiados. “Si tomamos en consideración a todas las personas que no están trabajando sobre la población activa, aunque oficialmente no estén paradas, la tasa de paro se eleva muchísimo. Lo que ocurra en el futuro va a depender en gran medida de que todas esas personas continúen disponiendo de rentas para seguir comprando, y de cuánto tiempo podamos aguantar el gasto asociado a los ERTE, las ayudas a los autónomos, el apoyo a las empresas…”.
Por sectores, apunta Francisco Ferraro las desiguales circunstancias por las que atraviesan. En líneas generales, la agricultura se mantiene bien, “y se espera a final del año un nivel de producción ligeramente inferior o semejante al del año anterior”, con un consumo interno similar y una leve caída de las exportaciones.
El sector industrial cayó de forma brusca durante el confinamiento inicial de la pandemia, para recuperarse de forma significativa posteriormente, si bien no del mismo modo en todas las actividades. “Las actividades básicas como la industria agroalimentaria u otros bienes de primera necesidad están facturando casi al nivel anterior al Covid, no así los bienes de equipo, especialmente los que no tienen mercados de exportación y otros bienes intermedios que están teniendo un comportamiento desigual”.
En cuanto a la construcción, sufrió una fortísima caída con el confinamiento y después se recuperó con fuerza. “Por ejemplo, las tasas de afiliación a la Seguridad Social en los meses de julio y agosto están prácticamente a los mismos niveles del año anterior en ese periodo”. Mirando al futuro, pronostica el presidente del OEA, se van a mantener las actividades de construcción que están en curso, pero se van a poner en marcha pocos proyectos nuevos, dependiendo de la evolución del mercado inmobiliario. La obra pública, por su parte, “ha bajado mucho y una vez que vayan concluyendo los proyectos actualmente en ejecución serán pocos los que se inicien”.
El sector servicios, por su parte, es el que ha sufrido y sufrirá las caídas más acusadas, si bien no todas las actividades están evolucionando igual. “Muy singularmente, las vinculadas con las relaciones sociales, hostelería, restauración, servicios culturales, recreativos y de ocio, eventos, etc., son las que más están padeciendo, mientras el comportamiento en el comercio no es uniforme, con las tiendas de alimentación y los supermercados resistiendo bien, en tanto que los comercios que venden bienes de uso duradero lo están pasando mucho peor”.
Para Fernando Faces, no será como mínimo hasta 2023, en el escenario más optimista, cuando el país consiga el nivel de actividad anterior a la pandemia. “Tengo mis dudas, porque estamos haciendo una mala gestión de la pandemia, sanitariamente sobre todo, pero también desde el punto de vista económico. En cualquier caso, la salida de la crisis económica va a estar totalmente condicionada por la sanitaria, y la segunda ola, a tenor de lo que estamos viendo cada día, va a ser dramática”.
En este escenario de absoluta incertidumbre, subraya una cuestión que entiende fundamental para el futuro de España: la situación financiera tanto pública como privada. “La sostenibilidad de los ERTE está condicionada a la sostenibilidad de la deuda. El FMI y todos los organismos nos están diciendo que hay que ser prudentes y prorrogarlos hasta que se atisbe una recuperación clara, que es necesario seguir ayudando a las empresas y las familias. Pero España tiene un problema desde el principio: hemos partido de un déficit público que superaba el 2,8% y una deuda pública que se acercaba al 100%. A pesar de que el Gobierno ha sido sensato y ha gastado, pero no exageradamente, la situación de partida es tan delicada que la recuperación va a ser más lenta que en otros países que tienen más holgura presupuestaria”.
Explica el profesor Faces cómo a diferencia de otros países como Alemania, Reino Unido o Estados Unidos, donde ha habido ayudas directas, en España se han desplegado ayudas financieras, fundamentalmente las líneas ICO. “Es lo que nos hemos podido permitir, y ahora el FMI nos indica que tenemos que continuar con esos préstamos, pero ¿hasta qué punto podemos seguir? ¿Y si el próximo año el Banco Central Europeo decide restringir las compras y cambia el sentimiento del mercado, qué pasaría con nuestra prima de riesgo? La realidad es que los ICO empezarán a vencer algunos en seis meses, otros en un año. En el primer semestre de 2021 habrá empresarios que tengan que empezar a devolver los préstamos, y si la segunda ola de la pandemia impide la recuperación de la actividad, las empresas probablemente van a llegar a ese punto con unos ingresos muy deficientes, y con más endeudamiento y carga financiera”.
Expone que la deuda de las empresas españolas por este tipo de operaciones es la más alta de Europa en porcentaje sobre la deuda total, en torno al 11%, mientras en Italia es de un 4%, en Alemania un 2% y en Francia un 3%, por citar algunos ejemplos.
“Al no haber podido dar ayudas en forma de transferencias y subvenciones hemos dado créditos, que tienen sus intereses y que hay que devolver, con lo cual, a partir de 2021 pueden sucederse problemas de insolvencia y quiebras de empresas, que se van a tratar de evitar con nuevas prórrogas de los créditos, muchos de los cuales se han concedido fuera de las líneas ICO en un intento de los bancos de evitar morosidades”, explica.
Por ello, alerta del peligro de un previsible incremento de la morosidad, que actualmente se cifra en el 4,8% y podría elevarse al 10% o 15%. “Esto es algo que preocupa a nivel global, porque si esta crisis se prolongase puede convertirse en una crisis financiera, que ya sabemos que son muy duraderas. Entre 2021 y 2022 vamos a vivir un momento complicado, con tensiones financieras que pueden derivar en que se encarezca y restrinja la financiación a nivel nacional e internacional, y que los bancos comiencen a tener problemas”.
No obstante lo anterior, alude a la mejoría experimentada por la banca española en los últimos años, aunque quizás insuficiente. “Los bancos han aumentado sus recursos propios y han reducido su morosidad al 4,8%, si bien sigue siendo alta. El coeficiente de solvencia, por su parte, está en el 11,9%, por debajo de la media europea. Es decir, aunque hemos mejorado, nuestra banca y la italiana serían las que probablemente peor aguantarían una crisis financiera. Esto es preocupante”.
Respecto a la deuda pública, el último dato la sitúa en el 110% del PIB, 116% si se compara con el que va a ser el PIB real. “Todo el mundo acepta que mientras se prolongue la suspensión de las reglas por parte de Europa la situación aguantará, pero debemos estar atentos a la prima de riesgo cuando las compras de deuda empiecen a restringirse. Otros países van a tardar un año o año y medio en recuperarse. España dos y medio o tres. Al final será la cuestión financiera la que defina el escenario”.
Explica que en España hay elementos que disminuyen potencial de crecimiento y generan crisis financiera, y pone el ejemplo en la gestión de los ERTE, que cuestan al país 4.000 millones de euros al mes y representarán en torno a 40.000 millones al término de 2020. “Un porcentaje de este dinero se destinará a empresas que no son viables y que tan pronto se terminen despedirán a los empleados porque no podrán sostenerse con recursos propios. Los demás países han sido más generosos con los ERTE, prorrogándolos hasta 2021 e incluso 2022 en algunos casos, pero con criterios de asignación. Aquí no se han establecido dichos criterios, y esa circunstancia deviene en una economía improductiva en el medio plazo”.
En relación con el Fondo Europeo, que califica como una herramienta extraordinaria que permitirá que lleguen a España 140.000 millones de euros, 70.000 de ellos en transferencias, será no obstante insuficiente, toda vez que “sólo los ERTE en año y medio van a consumir 60.000 o 70.000 millones”, al tiempo que advierte sobre la otra derivada respecto al Fondo: “Es importante saber en qué lo vamos a gastar y con qué criterio”.
José María O’Kean inició su intervención en este bloque comparando la actual crisis con la de 2008. “La anterior fue una crisis financiera, que pasó a ser económica y después social. Nos dejó el low-cost, la sensación de desigualdad, el proteccionismo. La actual es una crisis sanitaria, que está pasando a ser económica y puede terminar por ser financiera. La cuestión ahora es cuánto vamos a cambiar. En la anterior cambiamos, y en esta también lo vamos a hacer. Tenemos que preguntarnos si cuando pase la crisis sanitaria, por el tiempo que se prolongue, ¿las empresas van a seguir teniendo demanda de los mismos productos que antes? Creo que en una gran mayoría no porque hemos cambiado, queremos cosas distintas”. Y cambiará la estructura productiva del país porque, entre otras cuestiones, “España va a pasar de recibir 86 millones de turistas en la época dorada a recibir 40 millones en el mejor de los casos. Porque tardaremos tiempo en volver a viajar y en recibir viajeros. Y el consumo va a ser diferente, habrá nuevos empleos y trabajadores; en definitiva, se avecina un cambio profundo”.
Lamenta que, cuando concluya la cobertura que ofrecen los ERTE, muchas de las empresas que están manteniéndose merced a los mismos cerrarán sus puertas. “Tenemos lo que podríamos definir como un paro anestesiado en muchas empresas. La realidad nos va a golpear duramente en el desempleo”.
Mirando de nuevo al mundo de antes, al anterior a la crisis de 2008, un 15% de la economía la representaba el sector de la construcción. Posteriormente se hundió hasta el 7% y el turismo tomó el relevo. Aquella crisis, de carácter financiero, afectó de lleno a la construcción porque es un sector muy necesitado de financiación. En esta ocasión, la crisis sanitaria también ha golpeado en el centro del corazón del sector que venía liderando la economía, el turismo. “La cuestión es, si tardamos 11 años en recuperar el tejido productivo desde 2008, ¿cuánto vamos a tardar en recuperar un tejido que origine el nivel de producción anterior a 2008? El año 2023 puede ser la referencia para que las tasas de crecimiento empiecen a ser positivas, pero para recuperar el nivel de renta vamos a tardar diez años o más”.
Por la propia configuración del tejido productivo español, estima complicado que las actividades relacionadas con las nuevas tecnologías y la transformación digital lideren la recuperación. La construcción, que podría ser ahora uno de los motores, puede verse lastrada por la caída del turismo. Para O’Kean, “el turismo estaba tirando últimamente mucho del sector constructor por la parte de la segunda vivienda, apartamentos turísticos y hoteles en las grandes ciudades. Con la crisis del turismo, este impulso se va a frenar. Lo que esté en ejecución se terminará, pero esos grandes fondos de inversión, que tan fuertemente venían apostando por el inmobiliario español, se van a replantear sus estrategias. La financiación estaba llegando en gran medida a través de estos nuevos actores, que no sabemos a partir de ahora cómo van a responder”.
Coincide con sus contertulios en que la caída de la economía en 2020 va a ser muy importante, y que en 2021 se iniciará la recuperación. “El problema vendrá cuando desde la Comisión Europea y la Unión Monetaria nos llamen al orden si el déficit se mantiene varios años por encima de lo razonable. El día que el BCE deje de comprar deuda caerá el precio del bono y la prima de riesgo país se disparará. Gobierne quien gobierne, estaremos siempre supeditados al cumplimiento de las normas europeas”.
Asegura el profesor que la llegada de esta crisis va a representar 20 años perdidos para la tasa de crecimiento del país. “Desde la crisis del petróleo en adelante, España ha tenido unas tasas de crecimiento muy elevadas. A partir de 2008 entramos en un periodo muy plano, y a los diez años más o menos empezamos a recuperar los niveles de producción anteriores. Ahora que estábamos consolidando esa etapa, este nuevo golpe a nuestra economía puede representar otros diez años hasta volver a coger el ritmo, especialmente si saltamos a una crisis financiera”.
La crisis real, afirma el economista, es la que viene ahora, “con un paro que podría alcanzar el 20-23%, un déficit público del 12, 13 o 14%, y una deuda pública española que va a llegar al 140% del PIB en tres años. Afortunadamente Europa está siendo comprensiva, por lo que, si nos deja tres o cuatro años más con un déficit abultado, la recuperación será suave y tranquila. Si los ‘halcones’ europeos, Austria, Finlandia, Alemania, lo impiden en algún momento, el problema será muy serio. De todo ello dependerá el tipo de salida que tengamos”.
En el ámbito privado, vaticina un momento complicado para la banca cuando llegue la hora del cobro de los ICO y otros préstamos adicionales que se han otorgado a las empresas. “Los bancos saben que las empresas que cierren y tengan créditos concedidos no los van a devolver. Si sucede, será una fuente de conflictos. Ahí vendrá la crisis financiera, con el añadido de los procesos de fusión que ahora se inician y que no sabemos muy bien a qué tipo de intereses responden”.

Un tiempo de transformación

Ahonda Francisco Ferraro en la idea de la profunda transformación que puede experimentar la sociedad post-Covid. “Los cambios que se están produciendo en los hábitos y comportamientos sociales determinarán lo que pueda ocurrir en el futuro. Nuestra forma de vivir a partir de ahora, lo que estamos consumiendo, va a condicionar que algunos sectores pierdan importancia frente a otros, y eso va a tener trascendencia sobre el sistema productivo. Por ejemplo, el crecimiento de la venta online va a reducir el comercio tradicional, y eso tendrá como consecuencia el cierre de tiendas físicas”.
Reflexiona asimismo acerca de los incentivos perversos que pueden generar los ERTE y los préstamos ICO. “Aunque los aplaudimos, porque vienen a aliviar una situación coyuntural, están teniendo como consecuencia el adormecimiento de negocios, muchos de los cuales, a su término, no sobrevivirán y habrán de reinventarse, hacer algo diferente. Es lo que late detrás de la situación actual y me temo que en muchas ocasiones no será posible”.
Entrando en las previsiones sanitarias estima razonable pensar que en el primer semestre de 2021 se dispondrá de vacunas, a partir del proceso de investigación que se está desarrollando. “De todos modos, la vacuna no va a ser la salvación definitiva ni rápida. No todo el mundo podrá disfrutar al mismo tiempo de las primeras vacunas, pero en cualquier caso vendrá a aliviar un poco la preocupación y el miedo de la población. Si vamos reduciendo el miedo, empezaremos a ser más optimistas y a consumir más. Actualmente estamos con las tasas de ahorro más elevadas de la historia reciente”.
Si bien no al nivel pre-pandemia, sí que la economía podría empezar a activarse poco a poco para los meses de mayo a julio de 2021 aproximadamente. “Se tardará mucho en alcanzar el ritmo anterior a la crisis sanitaria, pero las empresas irán recobrando su actividad. Esperemos que los empresarios aprovechen este tiempo nuevo para modificar un poco las estructuras de sus negocios, buscando nuevos mercados y oportunidades”. “Es necesario -continúa- que se cree un clima de optimismo para que haya recuperación. Evidentemente, los problemas no van a desaparecer de la noche a la mañana, porque muchos como el financiero persistirán, pero creo que podemos iniciar el año próximo con unas perspectivas un poco más optimistas desde un punto de vista económico”.
Coincide Fernando Faces en que el miedo al virus está afectando de forma muy importante a la economía, y que una vacuna efectiva cambiaría de manera decisiva la percepción del presente y el futuro. “El miedo es enorme. La gente, ganando menos, ahorra más. De hecho, la tasa de ahorro se ha disparado muy por encima de la que se alcanzó en plena crisis financiera, que llegó al 14 o 15%. Hay pues una demanda embalsada que, si se reduce el temor, puede salir”.
Añade que la transformación que esta crisis está originando a nivel mundial puede producir un cambio de paradigma en la mentalidad financiera de los países. “Ahora en España no concebimos que podamos estar endeudados a tasas del 130 o el 140% los próximos años, pero eso puede cambiar. La cuestión es asumir que quizás debamos acostumbrarnos a tener un límite de endeudamiento de esa magnitud, como ya sucede en otros países como Bélgica, Italia o Japón”. Del mismo modo, augura tipos bajos durante mucho tiempo y un previsible cambio en el objetivo de inflación. “El primer paso lo ha dado la Reserva Federal, y el Banco Central Europeo también está introduciendo esta variable en su estrategia. Hoy tenemos un concepto de deuda muy restringido que no puede superar el 60%, pero eso también puede cambiar. Al final no es más que prolongar el ajuste”.
Afirma que el coronavirus no ha hecho sino “acelerar una serie de tendencias que estaban ahí y que inexorablemente tenían que cumplirse. El problema es que las tendencias y las transformaciones, cuando se hacen en un plazo largo y pausado son benévolas, aunque tengan siempre sus costes, pero cuando se hacen traumáticamente las consecuencias pueden ser desastrosas y provocar desórdenes como los que estamos viviendo”.
Analiza el profesor O’Kean cómo fruto de esta transformación van a desaparecer muchas de las empresas que no sepan acompasarse a los nuevos tiempos. “Otras tendrán que coger el relevo adaptadas a la forma de vivir que habrá después. Aún no sabemos cómo ni cuándo volverán a celebrarse fiestas como la Feria y la Semana Santa, qué tipo de turismo vamos a tener, si llevaremos la mascarilla de manera permanente, si nos quedaremos más en casa y visitaremos menos los restaurantes, cuánto viajaremos en avión…, un mar de dudas a las que habrá que ir dando respuesta”.
“Nos encaminamos -opina- hacía un mundo en el que vamos a disfrutar más de la familia, de nuestro entorno, de la segunda vivienda…, y estamos valorando de otra forma el hogar que habitamos porque pasamos más tiempo en él y por eso queremos casas más grandes, con terraza, con un jardín donde disfrutar con los amigos, etc. El turismo, entretanto, ha pasado a ser algo absolutamente secundario, y cuando más dure la crisis sanitaria más honda será la crisis del turismo”.
Lo preocupante es que los empresarios que no estén dispuestos a cambiar se van a quedar en el camino, “será una muerte lenta o súbita, pero a las empresas que no se adapten esta crisis se las llevará por delante. Muchas ya estaban destinadas a una muerte segura con las nuevas tendencias, pero la coyuntura provocada por el Covid ha venido a acelerar el proceso. Un cambio abrupto deja fuera a muchas compañías y a sus trabajadores, y a ver quién coge el testigo para que los ciudadanos recuperen el nivel de vida que tenían en 2019”.
Añade al respecto Fernando Faces cómo este acortamiento en los plazos de ajuste provocados por la crisis sanitaria está rompiendo el tejido productivo, lo cual tendrá “un costo social muy a tener en cuenta en términos, por ejemplo, de nuevos partidos que accedan al poder, populismo, conflicto social, desilusión, etc.”.

Unas instituciones en crisis permanente

Para Francisco Ferraro, el periodo de transformación que se avecina debería estar asimismo acompañado de cambios institucionales. “Hay que construir estructuras en la sociedad civil que puedan protagonizar esos cambios o al menos inducirlos. Es necesario que en España haya una transformación de las instituciones y ningún partido político la va a acometer, entre otras cuestiones porque ninguno tiene proyecto”.
Asevera que la situación en España hay que interpretarla como un problema sistémico, del sistema institucional, pero se está interpretando en clave de odio, sectarismo y radicalización extrema. “Ni el sistema político ni las instituciones funcionan bien; el estado autonómico está demostrando todas sus limitaciones, el sistema político carece de control externo de la sociedad y nuestros representantes actúan a su conveniencia. Con la transición se puso en marcha un sistema imperfecto que se ha ido gestando a golpe de necesidades puntuales y en el que los políticos no tienen contrapesos; todo en última instancia está regido por ellos, pero no los controla nadie. Y tenemos un sistema electoral que no permite censurar a los que lo hacen mal y a los ineptos”.
Frente a esta situación, reclama que hay que intentar cambiar el sistema institucional y político existente, no vivir en un enfrentamiento permanente unos con otros.
Reflexiona acerca de cómo las sociedades más ricas e interesantes son las que tienen un cuerpo social más complejo y variado, donde el poder y las influencias están más distribuidas y hay mecanismos de contrapoder. “Históricamente, en los países desarrollados, las instituciones de la sociedad civil han jugado un papel importante, sobre todo las que perseguían el interés del progreso y de la sociedad en su conjunto. En España tenemos pocas instituciones de esa naturaleza y son muy necesarias”.
Expone que el cambio habrá de llegar por el marco normativo. “Las leyes que hacemos configuran el funcionamiento de las instituciones públicas, las relaciones sociales, el marco de las empresas, de los mercados, y pueden generar incentivos perversos. En el mundo todo se mueve por incentivos, fundamentalmente económicos y de poder. Esos incentivos han de estar bien pensados y ser útiles, pero hay tantas normas que al final devienen en esos incentivos perversos que no hacen sino propiciar que surjan personas que hacen trampas, que aprovechan los resquicios de lo que no está bien ordenado, etc., y que existen a todos los niveles, tanto para el gran capital y las grandes operaciones como para quien está burlando la norma con una baja laboral o un subsidio”.
Lamenta también Fernando Faces que esta crisis esté sirviendo para descubrir todas las debilidades de la clase política de España: “La degradación política a la que estamos asistiendo no la habíamos vivido nunca”. Teorizando acerca del porqué de la imperfección de las instituciones en España, opina que las causas se remontan a la forma en la que hubo que forzar la configuración del entramado institucional y jurídico durante la transición. “Se creó un sistema imperfecto fruto de la presión de una dictadura recién finalizada. Hubo una inyección de energía para los partidos, que tenían que crecer y fortalecerse para llevar a cabo todo el cambio con agilidad, y el problema llegó cuando todo ese sistema a priori transitorio permaneció inalterable, por una falta de interés de los propios partidos porque las cosas evolucionaran; estaban cómodos en el inmovilismo”.
Similar razonamiento comparte Ferraro: “En la transición, se decidió que se les diera a los partidos políticos, las únicas organizaciones que por entonces se entendían legítimas, el poder de constituir todo el entramado institucional que el país necesitaba. Los líderes políticos eran personas comprometidas con el proceso democrático y fueron quienes asumieron la responsabilidad de crear esa estructura institucional, algo que en principio parecía lógico y razonable. Con el transcurso del tiempo se ha creado una clase política acomodada, que quiere pervivir por encima de cualquier cosa y que no propicia la transformación que nuestras instituciones necesitan”.
Señala sobre la cuestión José María O’Kean que, bajo su punto de vista, el origen de la problemática de la política y las instituciones radica en “el sistema interno de elección de los políticos en sus partidos, que favorece que no llegue gente con madurez a los puestos de responsabilidad y que no se elija a los mejores para liderarlos”. Y añade otra cuestión trascendente para el funcionamiento del país: “El sistema de representación electoral les ha dado a los partidos nacionalistas de determinadas comunidades autónomas un peso con un determinado número de votos que no se corresponde con las demás formaciones. Creo que con otro sistema de representación España sería totalmente distinta. Seguramente, más centralizada y homogénea”.
Asimismo, reflexiona acerca de cómo la globalización ha generado una situación de desigualdades crecientes en el mundo desarrollado que en el caso de España han aprovechado los partidos populistas y partidos nacionalistas de derechas para tensar la situación y radicalizar el escenario, mientras “los partidos tradicionales se han quedado como formaciones poco útiles que no ofrecen soluciones y se limitan a gestionar el caos político del país”.

Sector inmobiliario

En relación con el sector inmobiliario, los contertulios coinciden en señalar que, si bien se registran caídas en los distintos indicadores (precios, ventas…), no se espera que padezca como en la crisis de 2008.
Argumenta Fernando Faces cómo a pesar de las caídas en las ventas y los precios, son menores que en el PIB o el empleo. “Hasta la fecha, las ventas en residencial apenas han caído un 2 o 3%, si bien para el año que viene las previsiones apuntan a caídas entre el 8 y el 10% en ventas, y del 10 al 15% en precios, cifras no obstante poco significativas para la envergadura de la actual crisis. El sector de momento está protegido”.
El factor que a su juicio está influyendo más en el sostenimiento de la actividad inmobiliaria en esta primera fase es la falta de alternativas de inversión. “Los bancos están cobrando por tener dinero en la cuenta; en bolsa puedes perder este año hasta un 50%, y en bonos algo parecido, por eso los inmuebles son el mejor refugio. A lo anterior se añade el gran ahorro de los ciudadanos que, al no tener alternativa posible, se refugia también en el inmobiliario”.
Estos factores están determinando que el sector afronte una situación muy distinta a la de la anterior crisis, al menos a corto plazo. “Ahora hay una especie de contraburbuja que está soportando precios y ventas, por el mencionado ahorro que se está generando y la ausencia de alternativas. Pero si los jóvenes no tienen en el futuro salarios lo suficientemente elevados como para adquirir una vivienda, tendremos un problema. De todos modos, no se llegará a la situación de 2008 ni con las minusvalías que está teniendo el mercado financiero”. Asevera que un producto con un gran futuro es la vivienda de alquiler. “Creo que tiene un recorrido prometedor por dos cuestiones fundamentales: que esta crisis va a cambiar la mentalidad de los españoles y que hay muchos ciudadanos sin capacidad de compra”.
Augura que, a diferencia de la vivienda, el mercado de oficinas sí va a sufrir muchísimo como consecuencia de las transformaciones que están experimentando el mundo de la empresa y del trabajo.
Desde el lado de la oferta, argumenta Francisco Ferraro cómo a lo largo de los últimos meses se deberían haber visto bajadas de precios mucho mayores. “No descienden porque los propietarios de los inmuebles son en su mayor parte ahorradores o familias, no grandes empresas, y aguantan los precios demasiado tiempo. Es lo que se conoce como sticky prices o precios pegajosos, porque a quien tiene una propiedad le cuesta desprenderse de ella por menos dinero del que podía haber obtenido el año anterior”.
Una oferta tan atomizada es muy resistente para adaptarse al mercado, tal como se ha visto en todas las crisis, pero con el tiempo “los propietarios, sobre todo aquellos que están pagando hipotecas, terminarán por bajar los precios, y consecuentemente se incrementarán las operaciones de compraventa”.
Otra cuestión apuntada por el presidente del OEA es el movimiento poblacional que va a tener lugar próximamente. “Las personas se van a alejar de los centros de las ciudades hacia otras zonas e incluso al mundo rural, entre otras cosas porque el teletrabajo, acelerado por el confinamiento, ha venido para quedarse. Tanto las empresas como los trabajadores se van a dar cuenta de que pueden seguir funcionando así, y eso les va a permitir vivir más barato y con otras calidades de vida, algo que para muchas familias puede tener un gran valor”.
José María O’Kean distingue tres espacios en la vida de las personas: el 1 la naturaleza, el 2 la ciudad y el 3 el espacio digital. “Da la sensación de que el 2 se ha convertido en un espacio peligroso. Nos hemos refugiado en el espacio 2.5, que es nuestra casa; y el virus ha provocado que acudamos mucho al espacio 3, el digital; y que recurramos más que antes al espacio 1, la naturaleza. Los hábitos están cambiando”.
En el mercado de oficinas la tendencia es hacia espacios de oficinas líquidas, “que se alquilarán por días o por horas a una u otra empresa, que combinarán teletrabajo individual con determinadas actividades conjuntas en un espacio común”.
En residencial, vaticina un protagonismo creciente del alquiler, mientras en la compra distingue entre los millennials (25-40 años) y los centennials (10-25 años). “Los primeros son la generación frustrada, mileurista, que no quiere comprar pisos ni los puede pagar; son los jóvenes a los que la crisis de 2008 les asestó el golpe más duro y a los que la actual ha venido a cerciorar en sus convicciones. Los centennials son una generación irreverente, que exhibe una gran seguridad y está absolutamente apegada a la tecnología. Son ellos los compradores de vivienda del futuro, pero aún no sabemos cómo serán cuando tengan 30 o 35 años”.
Por otra parte, destaca la segunda vivienda como un elemento clave en el futuro de las grandes ciudades. “La experiencia del confinamiento está haciendo que cada vez más gente se plantee la necesidad de una segunda vivienda para salir de su residencia habitual. Otros están apostando por la rehabilitación, porque están observando que sus casas no están a la altura de lo que quieren cuando tienen que pasar muchas horas dentro, recibir invitados, etc. Ahí se abre otra posibilidad de trabajo importante”.
En el ámbito del turismo, hoteles y apartamentos turísticos fundamentalmente, se puede plantear un cambio profundo que tiene que ver con la financiación. “Los fondos habían entrado con fuerza como nuevos players financiando la construcción. Ahora está por ver qué van a hacer. Probablemente se produzca un parón importante, pero, por otro lado, ¿qué alternativa tienen? A fecha de hoy, ninguna”.
A modo de conclusión, y haciendo pronósticos, plantea el profesor O’Kean dos escenarios posibles en los extremos: “Que las vacunas cuando lleguen funcionen sólo a medias, de modo que la situación tarde mucho en normalizarse; o que en diciembre o enero tengamos unas vacunas muy eficaces y rápidamente se reduzcan las cifras de contagios. Probablemente al final tengamos un escenario intermedio, más cercano al primero que al segundo, de forma que nos veamos obligados a aprender a convivir mucho tiempo con el virus”.
La clave, en cualquier caso, la entiende como una cuestión mediática. “Si la vacuna más o menos funciona, se le traslada a la población que la situación está resuelta y nos ponemos todos de acuerdo en lanzar un mensaje de tranquilidad y optimismo, el Covid se irá diluyendo, los ciudadanos olvidándose poco a poco del tema y el mundo regresando a la normalidad”. Ai

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