La reinvención del sector en el ámbito financiero

Pablo Martín Pelegrín

Socio director de E.F.C. GROUP


Pocos sectores como el inmobiliario y el constructor, junto a todas las actividades que giran en torno a ellos, han experimentado tantos vaivenes y reajustes en la última década. Sin embargo, en esta nueva crisis está demostrando que la situación es distinta, que sus empresarios han sabido adaptarse a la realidad financiera del mercado y que siguen aprendiendo nuevas fórmulas que hagan prosperar el modelo.

La enorme influencia del sector en la economía y su interdependencia con la banca ha provocado que haya sido el escudo donde han impactado todos los cambios de forma anticipada. Esa multitud de flechas caídas del cielo han acabado, por desgracia., con muchas compañías, pero las que quedan son más fuertes que antes.

Para comprender tantas variables, tendríamos que echar la vista atrás y revisar con ojos analíticos. Mas de veinte años han pasado desde el terrible atentado de las torres gemelas en Estados Unidos (11/09/2001) y casi quince años de la mayor quiebra económica del mismo país, esto es, la caída de Lehman Brothers (15/09/2008) y las tristemente famosas hipotecas “subprime”.

Por supuesto, no son eventos comparables y la magnitud trágica del primero dejó marcado el mundo para siempre. Lo que sí resulta cierto es que los efectos financieros y normativos que provocaron ambos acontecimientos perduran hasta nuestros días y, es más, se han hecho más fuertes con el paso de los años. De hecho, no existe empresa en nuestro país que viva ajena a las consecuencias derivadas de todo aquello.

Tras el atentado de Nueva York, en un ejercicio de persecución y asedio al terrorismo a nivel mundial, la todopoderosa EE.UU solicitó a toda la banca internacional -y principalmente a la europea- transparencia total en las cuentas y una persecución absoluta del blanqueo de capitales. Ante tal solicitud, la respuesta fue unánime y firme, comenzando así una política de prevención de blanqueo de capitales que, veinte años más tarde, supone que nadie pueda ir a una entidad a ingresar más de 1.500 euros en efectivo sin aportar un sinfín de datos que clarifiquen el origen de los fondos. Dicho en términos coloquiales, la caída de las famosas torres provocó que “Reformas S.L”, a día de hoy, no pueda ingresar en su entidad el efectivo de las obras particulares realizadas sin justificación. Esto ha sido un gran avance para la Agencia Tributaria y para las arcas públicas de las que todos nos beneficiamos como sociedad.

En paralelo, tras la caída de Lehman Brothers (que afectó gravemente a toda la banca internacional que había comercializado sus productos y que se descubrió que ni eran tan buenos ni estaban tan bien garantizados), surgió la necesidad de evaluar la calidad de los activos de todas las entidades financieras. ¿Cuál es la calidad de los activos principales de un banco? La calidad de la deuda de sus clientes, explicado de otra manera, los activos son buenos y por tanto el banco es solvente, si los deudores son buenos y acaban pagando.

Y así comenzaron las famosas calificaciones de Rating que tanto suenan y tan poco se explican. Se comenzó calificando Estados, después Comunidades Autónomas, posteriormente grandes empresas y organismos públicos y, en la actualidad, todos y cada uno de nosotros tenemos una calificación de Rating por parte de nuestra entidad. Si somos persona física o micropyme, se llamará “Scoring”; si somos pyme o algo superior se llamará “Rating”

Durante todos estos años, se ha ido perfeccionando un sistema que, de forma silenciosa, ha incrementado la necesidad de ser muy profesionales en la gestión financiera de las empresas. El matrimonio de conveniencia formado entre la Banca y la Agencia Tributaria ha situado a las compañías en un camino con poco margen para el error y la ingeniería fiscal.

Así, las empresas, sobre todo las pymes, han regido sus resultados con un criterio fiscal. Muchas sociedades, cegadas por el deslumbrante sol de tributar poco, han modificado sus estados contables hasta tal punto que la información que arrojaban dificultaba la toma de decisiones por parte de la propiedad de las mismas. Esto ha sido y es realmente frecuente, empresarios que montados en la dinámica del día a día toman decisiones con poquísima base financiera; sí de negocio, pero asumiendo unos riesgos muy elevados que en multitud de ocasiones desconocen.

El Rating ha llegado para quedarse y va a seguir cogiendo fuerza y, aunque muchos se rebelen, o se comprende bien o el mercado te lo hará entender rápido y mal.

Esta herramienta lo que mide es la probabilidad de impago que tiene una compañía, es decir, la capacidad que tiene de atender todas sus obligaciones. ¿Cómo se mide? Una de sus bases principales son las cuentas anuales o el impuesto de sociedades y las complementa con otra información que dibujan un mapa perfecto de la empresa analizada. Si la sociedad decide dar unos resultados pobres en base a la ingeniería fiscal, la información que obtiene la Banca es que la compañía tiene poca capacidad de devolver su deuda, es decir, mayor riesgo, ¿Qué hace la banca cuando hay mayor riesgo? O financia con precios muy altos o directamente no financia. La conclusión es clara: “Si quieres tener financiación, los estados financieros tienen que ser impolutos y eso supondrá una mayor tributación, no hay otra fórmula”.

Quizás fruto de la lectura de las líneas anteriores se pueda alcanzar la conclusión de que “sólo se miran los números”. Sin embargo, ésta podría ser la primera de una concatenación de conclusiones erróneas. Todo, absolutamente todo, lo que sucede en una empresa tiene su repercusión financiera. Son las personas y por tanto su calidad y formación las que, desde los distintos puestos, construyen los números que después se analizan.

Una estructura financiera profesional se torna indispensable, no es suficiente con un buen producto o servicio. El mercado, cansado de sustos y fracasos, demanda un esquema fiable y sólido en el que confiar y ese esquema se llama Rating Financiero.

El sector inmobiliario ha sido en la última década castigado por todo el cambio de normativa y por la pesada digestión que ha supuesto para el sistema la explosión de la burbuja inmobiliaria en 2008. Se ha pasado de un sector con muchas entidades en expansión donde acudir a financiar un suelo a un coste muy bajo y con un porcentaje de financiación altísimo (en muchas ocasiones superior al 100% del valor de tasación del mismo) a un sistema bancario que ha sufrido una enorme concentración, donde quedan pocas entidades y la respuesta a una financiación inmobiliaria suele ser similar: “El suelo debe estar pagado al 100% y al menos un 60% de la promoción vendida”. Esta realidad, muy difícil de digerir, está convirtiendo a este sector en un “deportista de élite” financieramente hablando, con un sacrificio inmenso. Ahora está elaborando un producto de calidad y mucho más seguro, más lento sí, pero mucho más sólido.

En tiempos pasados, ofrecer a la entidad financiera una buena garantía era prácticamente suficiente para la concesión de cualquier financiación y la crisis del año 2008 llenó hasta colapsar los balances de las entidades de multitud de garantías, buenas, malas y regulares.

Hoy en día es preciso tener muy claro que la garantía no es lo primero, es importante, pero su lugar real en importancia es, al menos, el quinto. Es necesario responder con mucha solvencia y credibilidad, las siguientes preguntas:

¿Cuánto importe? ¿Cuánto pone cada uno?
¿Finalidad? ¿Para qué?
¿Plazo?
¿Capacidad de repago?
¿Garantía?

El banco o la entidad financiera no quieren el suelo, la casa, la nave o el coche, quiere que se le devuelva el dinero con sus intereses, es un proveedor más, un proveedor de dinero que, para poder vender su producto, requiere una información fiable.

Actualmente, un sinfín de acontecimientos han acentuado la necesidad de rigor en las finanzas: una pandemia que ha bloqueado el mundo durante dos años, una crisis productiva profunda en China, una atroz guerra en Ucrania con un coste humano inaceptable y un desplome de suministros de materias primas. Todo esto hace que las finanzas requieran una precisión de cirujano, un control exhaustivo que permita tomar decisiones ante situaciones que no se contemplaban. Ya no es sólo para obtener la financiación, ya es para poder decidir sobre la marcha del negocio con información veraz.

No hay mejor alternativa que instaurar internamente la cultura de Rating, ser capaz de ver nuestra empresa con ojos de analista financiero, tal y como nos ve el mercado. Para entender esto, no hay más que posicionarse en los zapatos de aquel que tiene que confiar en nuestro proyecto y nuestra mayor inquietud sería saber si puede devolvernos lo prestado o no. Se presta de muchas formas, dando financiación, otorgando plazo para cobrar, anticipando al proveedor para producir, presentando avales de garantía, todo esto y mucho más debe ser controlado con rigor y profesionalidad.

Todas las empresas, absolutamente todas, tienen como finalidad ser rentables, incluso aquellas que destinan esa rentabilidad a obras sociales; si no son financieramente sostenibles en el tiempo, acabarían desapareciendo. Una vez que ese concepto está claro y asimilado, debe ocupar por tanto un lugar prioritario en la organización, sin esa visión incluso los tan necesarios beneficios sociales para los trabajadores serían imposibles de cumplir. Un correcto control de las finanzas, una contabilidad correcta, unos datos que sean ciertos (independientemente de que sean inicialmente buenos o malos) y una política de riesgos instaurada a lo largo y ancho de toda la compañía son claves fundamentales para la continuidad de la empresa.

Se torna en imprescindible y forma parte fundamental del Rating Financiero de la compañía un equipo gestor profesional, un capital social que no mezcle la propiedad con el desarrollo del trabajo (p.ej: no todos los hijos deben trabajar en la empresa, pues se puede acabar con descendientes infelices y empresas en ruina), un sistema de control/análisis continuo de la rentabilidad y un seguimiento exhaustivo de la tesorería de la sociedad.

En definitiva, los tiempos han cambiado y en un mercado global, donde cualquiera puede venir a vender a tu plaza de origen y tú como empresa puedes ir a la otra punta del mundo, la carta de presentación que vale ya no es sólo el producto o el servicio. Si financieramente no se está preparado, se irán cerrando puertas. Relacionarse con alguien que tiene solvencia financiera es mucho más facil y da más confort que hacerlo con una empresa que mañana puede ser una sorpresa o un susto por no tener sus finanzas correctamente estructuradas.

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